miércoles, 26 de junio de 2013

Desiderio

ESTA ENTRADA SE HA TRASLADADO A MI NUEVO BLOG: conkdekarma.wordpress.com  DONDE TAMBIÉN PODRÁS ENCONTRAR ENTRADAS NUEVAS

Te quiero tocar, 
tumbar, 
respirar, 
marcar, 
extasiar, 
fumar. 
Hondo hasta doler.

Me quieres beber, 
querer, 
cometer, 
tener, 
morder, 
joder... Qué frío hace aquí, 
pero 
si tú me calientas 
me quedo a vivir. 

Acamparemos en cualquier esquina de tu colchón 
porque la vida es menos perra cuando somos uno en vez de dos.

Nos queremos sentir, 
rugir, 
unir, 
consumir, 
gemir, 
morir... 
E irnos al infierno 
para poder seguir allí.


martes, 25 de junio de 2013

Reflexiones de madrugadas en vela: Defectuosos. Parte I.

ESTA ENTRADA SE HA TRASLADADO A MI NUEVO BLOG: conkdekarma.wordpress.com  DONDE TAMBIÉN PODRÁS ENCONTRAR ENTRADAS NUEVAS

Somos seres defectuosos y sin ningún tipo de garantía que nos permita devolver o reemplazar nuestras vidas por una nueva. Nos desgastamos, nos rompemos, nos arrugamos y hasta encogemos. El ser bonitos es algo arbitrario, muy lejos de la común belleza de la que gozan otros mamíferos. Entonces, ¿qué tenemos de especiales? Poco. Somos unos seres minúsculos en el universo y, sin embargo, vemos la vida como algo inmenso. Hemos complicado todo.

Dejamos de ser unos animales más, que solo buscan cubrir sus necesidades básicas, para crearnos cientos de necesidades nuevas que hacen que hallar la felicidad sea todo un reto. Olvidamos aquello de guiarnos por el instinto. Dejamos de lado nuestra naturaleza. De hecho, intentamos disuadir nuestros instintos una vez tras otra. Nos mentimos, nos autoconvencemos de que no tenemos hambre porque se acerca el verano y hay que estar guapos, nos mantenemos despiertos por tener que trabajar, escondemos o maquillamos el deseo sexual, vestimos ropa incómoda solo porque “para presumir hay que sufrir”... ¿Alguien saldría a la calle con ganas de sexo y cogería a la primera persona que pasa? No. Y si lo hace es porque “está loco”. Y, creedme, soy la primera persona que lo pensaría pero, si nos paramos a reflexionar, los animales son así y nosotros somos animales, pero qué poco nos parecemos a ellos.

Somos complicados. No vivimos para nacer, crecer y reproducirnos. Tenemos necesidad de producir, de crear, de aprender, de amar, de reír, de llorar, de soñar… Pero hemos mecanizado nuestras vidas de forma que lo más normal es que vivamos dentro del ciclo de estudiar, buscar un trabajo, comprar una casa, formar una familia, criar a nuestros hijos y, después de eso, seguir con una rutina diaria que nos acompañará hasta el día de nuestra muerte.

Producir, producimos. Proveemos al Estado de la mano de obra necesaria para que este salga adelante. Cubrimos las necesidades del Estado: producimos y consumimos. Pero si tanto decidimos complicar nuestra existencia, ¿por qué ahora la hacemos tan simple y apagada?

Trabajamos –si es que podemos- en algo que no nos gusta, pero nos sentimos bien con ello porque nos da la comodidad de no tener que arriesgarnos a hacer aquello que soñamos y fracasar. Trabajamos día tras día con un horario que nos quita el tiempo de poder hacer todo aquello que deseábamos años atrás pero nos sentimos felices porque cada mes cobraremos una cantidad dinero que nos permitirá ir a por esa televisión tan grande y tan cara que acaban de poner a la venta, dos modelos más nueva que la que tiene Juan que, por cierto, se va a morir de envidia. Queremos fardar, ser mejores que los demás, pero ¿mejores en qué? Rara vez mejores personas o mejores en nuestras habilidades, las cuales también usamos para sentirnos superiores cuando tenemos la oportunidad. Queremos tener más cosas que los demás, pero la realidad es que esas cosas materiales que parece que le dan sentido a pasar ocho horas encerrados en una oficina no sirven para nada, solo que nos tienen comida la cabeza, porque es lo que le interesa al sistema en el que vivimos. Pero pensadlo, ¿de qué sirve? Solo sirve para fardar, para pasar más tiempo encerrados en casa, para pasar más tiempo con la nariz pegada a una pantalla, ya sea de televisión, de un ordenador, de un móvil o de cualquier cosa. Nos estamos perdiendo lo que tenemos delante. Nos estamos olvidando del mundo.

Viajamos para ver mundo, eso es lo que decimos. La gran mayoría viaja para que un bus turístico les lleve por lo que los de la compañía consideran que merece más la pena ver de la ciudad en la que están, se hacen fotos, muchas fotos, muchísimas, en todas sonriendo de oreja a oreja aunque en el momento se estuvieran aburriendo, ¿para qué? para subirlas a las redes sociales cuando vuelvan y que todos envidien el gran viaje que han hecho. Van a comer a un restaurante lleno de turistas, duermen en un hotel y, tras varios días de la misma rutina y varias horas continuando con la costumbre de tener la cara pegada al móvil, no sin antes llenar su maleta de souvenirs, se marchan. Bien, ¿qué han visto? porque a mi modo de ver las cosas, eso es lo mismo que si te meten en una sala con las paredes cubiertas de posters gigantes en los que están ilustrados lugares preciosos, te fotografías delante de ellos y, al salir de la sala, visitas una cafetería de estilo y carta neutral dentro del mismo edificio y, antes de salir por la puerta, te pasas por esa típica tienda como las que hay en los museos para comprar regalos para tus amigos, solo que en esta todo lo que encontrarás tendrá escrito el nombre de una ciudad.

He hecho eso, sí. Y cuando he llegado a mi casa, entregado a mis amigos y familiares todos los regalos y dormido largas horas, me he preguntado qué me había aportado de diferente ese viaje, además de fotos nuevas, y la respuesta es nada. Y ahí me di cuenta de que para que un viaje nos de todo lo que nos debe dar lo que tenemos que hacer es perdernos por esa ciudad, perdernos de verdad, y acabar conociendo a gente de allí que nos lleve a los sitios donde ellos suelen ir, sitios donde se puede ver realmente cómo es la vida en esa ciudad, donde no todo es un escaparate creado por y para el turista. Perdernos y sentarnos en cualquier plaza a observar el día a día de los transeúntes, o cómo cambia el paisaje según la hora que sea. Ir a algún barrio de la ciudad y comer en uno de sus restaurantes donde bajan a cenar los vecinos del lugar. Abrir la mente ante sus costumbres e intentar participar en ellas, en vez de criticarlas. Dejar que nos cuenten cómo se vive allí, qué hacen cada día, qué aspiraciones y qué problemas tienen. En definitiva, mezclarnos con la ciudad y su gente.

Y cuando hagamos eso y volvamos a casa, lo más probable es que nos preguntemos qué estábamos haciendo con nuestras vidas inmersos en esa rutina que parece tan solo una cuenta atrás hacia el día en que dejemos de servir para producir. Y será entonces cuando querremos cambiar de vida y o bien olvidaremos la idea de intentarlo tras volver a acomodarnos y sentirnos seguros en nuestra rutina, o bien nos daremos cuenta de que todo este sistema está diseñado para reducir lo máximo posible las posibilidades de poder elegir otro tipo de vida diferente al que llevábamos.  Pensaremos, con razón, que sería más fácil hacer esas cosas si tuviéramos mucho dinero, porque eso eliminaría el riesgo y nos llevaría a esos objetivos por un atajo y es que, una vez más, esa es la sombra del sistema que se alza ante nosotros. Pero lo importante es saber que poder, se puede. Que vida solo tenemos una y que si no nos arriesgamos a hacer lo que queremos, nadie vendrá a hacerlo por nosotros. Que hay que abrir bien los ojos y apretar las manos para coger las riendas de nuestra vida y que dejen de ser otros quienes la guíen. Que no todo está dicho ni planeado, que hay muchas posibilidades, que podemos elegir. 


Solo hay que tener ganas.






martes, 18 de junio de 2013

Ya lo sabes

ESTA ENTRADA SE HA TRASLADADO A MI NUEVO BLOG: conkdekarma.wordpress.com  DONDE TAMBIÉN PODRÁS ENCONTRAR ENTRADAS NUEVAS

Suena el gorgoteo de la cafetera, el café ya está listo. Las cartas sobre la mesa aunque, en realidad, solo son facturas sin pagar. Hace tiempo que no recibo ninguna de tus postales hablándome de tus aventuras por cada recoveco del mundo, pero es porque estás aquí, conmigo, y eso me gusta más que cualquier postal del lugar más bonito que exista e incluso más que aquellas tan serias que pintarrajeas para que me hagan reír.

Van a dar las seis, estás al llegar. Tu puntualidad siempre hace contraste con la falta de ella en mí, pero nunca te has enfadado por ello. Llegas a verlo como algo característico y la verdad es que me encanta que lo veas así.

Somos cuatro: tú y tu orden, yo y mi caos. 

Ya llamas a la puerta. En tu mano, el libro que te presté hace una semana. Lo dejas junto a las facturas y entonces te concentras en mí. 

Te pierdes, me pierdo. Se enfría el café y se calientan nuestras manos.

Volvemos.

Tenía que decirte algo y ya ni me acuerdo. El café era solo la excusa para empezar la conversación, pero tendremos que empezarla por otro lado.

Me cuentas que te gustó el libro, que te sientes identificado. Que un día también te irás a Alaska, pero solo si voy yo de tu mano. Que ese Alex Supertramp fue un necio por pensar que estar solo es la única forma de salvarse de que el mundo nos ahogue, pero un necio que se dio cuenta de que estaba equivocado.

Te pones filosófico y hablas sobre la sociedad de hoy en día, nombras a Rosseau y a Hobbes y les discutes a ambos como si pudieran oírte y entonces, un minuto después, te percatas de lo serio que te has puesto y de lo poco que te gusta eso y sonríes, me sueltas una de esas bromas tuyas para hacerme rabiar y caigo una vez más en ellas y empiezas a reírte por verme enrabietada como una niña por centésima vez y ahí ya se me pasa y me río contigo mientras me agarras por la cintura para acercarme a ti. 

Porque me puedes, me ganas; e incluso, mejor dicho, tú eres mis ganas.

Siempre sabes hacerme reír, por muy seria que esté. Ya tenemos decenas de palabras y anécdotas que solo nosotros comprendemos y que vienen de esas geniales idioteces que a veces se nos escapan a uno de los dos  y nos llevan a llorar de la risa hasta que ya duela la barriga y paremos un rato, para a la media hora repetirlo y empezar a reír otra vez.

Y es ahí, riéndome contigo, cuando me acuerdo de lo que quería decirte. Pero entonces me callo y no digo nada. Porque hay cosas que no hace falta decirlas y sé que tú esta ya la sabes pero, en ese momento, tú también te callas, me miras, me besas y me dices:


- Te quiero, ya lo sabes.




Hoy he vuelto a soñar contigo

ESTA ENTRADA SE HA TRASLADADO A MI NUEVO BLOG: conkdekarma.wordpress.com  DONDE TAMBIÉN PODRÁS ENCONTRAR ENTRADAS NUEVAS


Hoy he vuelto a soñar contigo,
cruzábamos nuestro puente de la mano
y nuestras risas sonaban tan fuertes 
que superaban el ruido del tráfico.

Hoy he vuelto a soñar contigo,
yo que pensaba que nunca volvería a hacerlo...
Te he visto más veces con mis ojos cerrados que abiertos
y no me canso, nunca me canso de hacerlo.

Hoy he vuelto a soñar contigo,
iba a contártelo ¿sabes?
Pero sospecho que esas cosas ya no te hacen ilusión.
Será mejor no decir nada y evitar así la decepción.

Hoy he vuelto a soñar contigo,
con tus ojos del color del río, 
esos que en lugar de distraerse contemplando la ciudad
estaban concentrados en los míos.

Hoy he vuelto a soñar contigo,
y allí no existía distancia 
ni océanos de orgullo, 
ni una gota de arrogancia. 

Hoy he vuelto a soñar contigo
y temo que no será la última vez.
Cómo se clavará el despertar cuando amanezca 
y sepa que ya no vas a volver.